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Viaje al fondo del camino
Cuando el joven Teo de 21 años se levantó de la
siesta aquel nublado día de agosto, tenía pocas esperanzas de vivir nuevas
experiencias veraniegas, porque sabía que su último despido en la pizería iba
a suponer quedarse en la gran ciudad por mucho tiempo. Trabajaría desde
entonces en la papelería familiar de la calle de la Oca.
Pero su primo y amigo Juan de 29
años, le propuso salir de aventuras al Camino de Santiago, con el poco dinero
que pudieran conseguir. Reunieron algo más de 12.000 pesetas y se embarcaron en
aquella aventura que les brindaría la posibilidad de tener vacaciones y conocer
mundo.
Por aquel entonces no existían
buenas guías sobre el Camino de Santiago, por lo que Juan, sacó de la
biblioteca un ejemplar de un antiguo libro, semi-oculto, sobre ésta enigmática senda, en el
cual se hacía referencia a los “santones” u hombres santos que "podían vivir
casi del aire, alimentándose de pan, chorizo y queso manchego… y dormían en
casas abandonadas o en el mismo suelo del camino, con su manta de pastor..."
Aquellas palabras sorprendieron y estimularon la imaginación de Juan,
"A medida que el hombre, se hacía más fuerte, su virtud y capacidad de sacrificio le llevaba caminar 40 050 kilómetros al día, y en la medida que su ascetismo crecía, se acercaba a su divinidad.
"A medida que el hombre, se hacía más fuerte, su virtud y capacidad de sacrificio le llevaba caminar 40 0
Iniciaron su camino en Burgos el
14 de agosto de 1994.
Tras un viaje en autobús donde se
lamentaron de no tener trabajo ni dinero, llegaron a la ciudad de Burgos y allí
comenzaría una andadura que duraría algo más de una semana.
Tras 5 días caminando habían
llegado a Calzadilla de la Cueza ,
con un intenso dolor en los tobillos, debido a las infinitas piedras que
mortificaron sus pies durante
kilómetros. Era un pequeño poblado formado por un grupo de casas en
medio de la nada. Un mar de trigales rodeaba el pueblo. Los hospitaleros eran
una pareja muy amable, que con las pocas o nulas comodidades del lugar, pudieron
ofrecerles una buena ducha al sol, en el patio trasero de la casa, donde el
agua caliente brotaba de una manguera colgada de un cerco y cuya temperatura, caliente,
era debida a la exposición al sol en aquel caluroso día de agosto.
Las etapas comenzaban a ser mayores cada día,
las ampollas de Teo, y el menisco de Juan eran una constante en cada momento. Cuando
llegaron aquél día a Sahagún, habían recorrido treinta kilómetros, lo cual era
mucho, en aquellas circunstancias. Pero les quedaba el consuelo de poder volver
a sus casas con la frente bien alta por no haberse rendido.
El propio camino les abriría la
puerta de salida, pero una nueva aventura inesperada, les aguardaba en su
umbral…
El día anterior, Juan había confiado el dinero que les quedaba a Teo, para fortalecer su autoestima, pero cual sería su sorpresa
cuando el nuevo administrador del fondo común, había agotado todo el dinero,
excepto un billete de 1000 pesetas. Ya no podrían coger ningún medio de
transporte, para volver a casa. Eran realmente pobres… Sin ninguna posibilidad
de alimentarse, alojarse, ni nada, de nada. La desesperación se cebó en ellos,
y una nueva energía de supervivencia entró en sus cuerpos.
Entraron en la estación de Sahún
pasadas las 7 de la tarde, era un precioso edificio ferroviario, de azulejos, piedra y ladrillo visto. Tenían la intención de
colarse en un tren que les llevara a Madrid, pero la única comunicación posible
que encontraron fue hacia Palencia. Pasaron unos minutos hasta que paró el tren
y allí escondidos entre dos edificios, corrieron a subirse en un vagón.
Asomados a la ventana, con el viento en sus caras se
sintieron libres, burlándose del dinero y hasta de su patética situación
económica, haciendo suya una experiencia que recordarían el resto de sus vidas.
Habían recorrido treinta kilómetros dirección sureste cuando en una de las paradas, entró el revisor. Atravesaron
rápidamente todo el tren, pero el revisor se acercaba cada vez más...
Tras esconderse en el servicio del vagón de cola, solo les
quedaba la esperanza de pasar desapercibidos. El tren disminuyó la marcha y hasta parar en una nueva estación. Se abrieron las puertas y como ese tipo de
pensamiento irracional que te salva o te condena, decidieron seguir huyendo
pero ésta vez fuera del tren. Corrieron hasta salir de la estación.
Sombras en el camino
-¿Y ahora que
hacemos? Dijo Teodoro
- Pues Auto-stop dijo Juan.
No era fácil que alguien les parara en una carretera
regional con mochilas y barbas de una semana, por lo que había que recurrir al
ingenio. Tras varias horas esperando a que alguien les recogiera sin éxito, a
Juan se le ocurrió escribir en un carton: “A
Madrid 1000 Pts .”
A los cinco minutos les paró un coche tipo ranchera
de un frenazo. Parecía un feriante, con
aspecto de Gitano que hablaba en portugués,
también sin afeitar y con el coche hasta arriba de todo tipo de cosas: jaulas con gallinas,
conejos, cajas, libros y bártulos de todo tipo. “Los primos” se miraron un
segundo, para decidir si subían o no y sin pensarlo dos veces aceptaron la
contraoferta. Era la única oportunidad de volver…
Teo se acopló como pudo entre las gallinas, las cajas, los
conejos, la ropa y los objetos tecnológicos Teo tenía una estatura de casi 2 metros y a pesar de no
haber asientos traseros, doblaba el cuello contra el techo del coche por el
acumulo de cosas.
Cual sería la sorpresa de ambos, cuando el gitano cogió el volante con
el pié izquierdo y sin dejar de conducir a 180- 200 kilómetros/hora, comenzó a
hacerse porro tras porro…
La curiosidad de observar aquel malabarismo mágico, entre la
locura y la embriaguez, hizo que soportaran tal aberración con la esperanza de llegar
lo antes posible hasta su siguiente destino.
El gitano se dirigía hacia Portugal, pero se desviaría en
Salamanca, dejándoles en aquella ciudad.
Al atardecer, y tras varios cambios de carretera, Juan se
dio cuenta de que iban dirección Portugal.
- ¡Te has equivocado
de dirección!- le dijo Juan- ¡Nos ibas a llevar a Salamanca recuerdas…!
El hombre reconoció
su error y dio la vuelta en una pequeña carretera, casi en la frontera con
Portugal.
Al cabo de unos momentos paró el coche sin mediar
palabra, bajó, metiendo la mano
en el bolsillo, se acercó a la puerta del maletero y la abrió. Juan
temiéndose algo raro, bajó del coche también, para ver que pasaba, puesto que
el hombre no había mediado palabra alguna en 200 kilómetros , sin
parar de fumar hierba.
El portugués sacó una navaja tipo Curro Jiménez, mientras
Teo salía del coche y Juan , atento a aquel desquicie, y colocándose a la altura del gitano se
preparó para la lucha y proteger a su primo…
Tras ésta acción, el
gitano metió la mano en una bolsa sacando un trozo de queso, con la sorpresa de ambos “primos” y Les dijo
-¿quer um pedaço de queijo?
Tras éstas palabras, ambos se quedaron de piedra porque el
susto ya lo llevaban encima, y solo les quedó aceptar el regalo y también su
error por haber pensado mal.
La noche se echaba encima y el cansancio se hacía patente
sobre todo en Teo que no sabía ya de quien era su cuello. Circulaban por una
autopista que iba directa a Salamanca, cuando otro desvió hacia Portugal se les
vino encima. Juan gritó: ¡Noooo…! ¡Vamos a Salamanca! El coche ya había entrado
en el carril de deceleración que formaba una curva bastante cerrada, cuando el
coche pegó un frenazo bestial parando por completo y a continuación un acelerón
hacia atrás igual de fuerte. Provocando un estridente sonido de motor, el coche
fue cogiendo velocidad hasta que un tremendo impacto paró el coche en seco. Se
habían estrellado contra quitamiedos…
Tás un ataque de cólera explosiva del portugués contra el
volante, salieron del coche el portugués y Juan, para ver la magnitud del
accidente. El gitano parece que despertó de repente de algún tipo de viaje
interior y se dio cuenta de su nueva realidad. Por su parte Juan y Teo, estaban
ya expectantes por la siguiente reacción del portugués. Parecía haber algunos daños
en el vehículo. Al verlos, el gitano les dijo que el era el culpable y nadie
más. No sabían donde meterse, y les dolía la situación enormemente.
Volvieron a circular. El gitano estaba ya más despejado a causa del accidente. Pararon en las estribaciones de la ciudad de Salamanca en un bar de carretera, donde les invitó a tomar algo y no les cobró el viaje como habían acordado. También les estuvo contando que tenía prisa por volver a Portugal, para ver a su mujer y a sus hijos que le esperaban en Lisboa desde hacía una semana. Les contó que era un vendedor ambulante y que se buscaba la vida en los mercadillos. Así descubrieron el lado humano de aquel hombre al que apodaron sombras.
Volvieron a circular. El gitano estaba ya más despejado a causa del accidente. Pararon en las estribaciones de la ciudad de Salamanca en un bar de carretera, donde les invitó a tomar algo y no les cobró el viaje como habían acordado. También les estuvo contando que tenía prisa por volver a Portugal, para ver a su mujer y a sus hijos que le esperaban en Lisboa desde hacía una semana. Les contó que era un vendedor ambulante y que se buscaba la vida en los mercadillos. Así descubrieron el lado humano de aquel hombre al que apodaron sombras.
Montenegro
Eran las 2 de la madrugada de aquella noche de agosto de
1996 y no sabían como acabaría aquel
día, puesto que no podían pagarse ni una pensión. No estaban en Salamanca sino
a unos 10 kilómetros del centro de la ciudad. La noche era obscura y estaban al
limite de sus fuerzas, sin ganas de llegar a ninguna parte. Habían saturado su
capacidad para más aventuras. Solo querían parar ya y dormir. Caminaban por una carretera casi, parecía una zona industrial de antiguas naves. Tras unos minutos de
marcha con las mochilas a hombros, sintieron como con cada pisada envejecían, sus músculos estaban tan entumecidos, que era casi imposible flexionar las piernas.
Decidieron que a la mínima oportunidad se echarían a dormir en una cuneta. Aquel día había sido terriblemente largo y cansado,
llevaban 35 kilómetros a sus espaldas y un montón de horas de incómodo viaje. Por fin llegaron a las primeras casas después de un gran desguace de automóviles, y allí mismo en una cuneta un poco metida al interior de la vía, tiraron sus mochilas y abrieron sus sacos para dormir, estaban tan cansados que cualquier sitio era bueno...
Cayeron en un profundo sueño, del cual sería difícil despertar. Una hora después, una intensa luz blanca despertó a Juan. La luz se acercaba despacio pero segura. Dos focos le deslumbraban... Juan despertó a su primo, y al ver que la luz se acercaba hasta sus plantas, pego un salto y se incorporó. Su primo estaba tan profundamente dormido que no pudo ni reaccionar ante la proximidad de aquel vehículo. Sacando los pies del saco, e intentando no ser atropellados por aquél misterioso coche pregunto:
- ¿que ocurre??? "¡Levanta Teo! ¡despierta!" ¡vamos arriba!
El ocupante del vehículo no dijo nada, solo al ver que se ponían de pié, dio marcha atrás y les dejó en paz, pero ya era demasiado peligroso seguir allí, así que volvieron a su camino dirección Salamanca.
45 minutos más tarde llegaron a la plaza mayor, que estaba bulliciosa como cada sábado por la noche. Pensaron descansar en un banco de la plaza, como tantas personas. Pero poco les duró el descanso, los vigilantes jurados les echaron, junto a otros supuestos mendigos. Entre las personas que había en su banco, se encontraba Antonio, un salmantino de origen argentino, y juntos salieron de la plaza con las orejas gachas, por la injusticia y la falta de libertad. Caminaron dirección a la renfe. Contaron a Antonio su peripecia del camino de Santiago, y sorprendido por la aventura, charlaron hasta el amanecer, en un monte oscuro próximo a la estación.
Antonio Montenegro, había sufrido durante algunos años por la pobreza, en un país extraño, buscándose la vida como podía, Tenía una rodilla con el menisco roto y estaba pendiente de una operación que le permitiría dejar de sufrir tremendos dolores cada día.
Tras mucho penar, consiguió entrar en un hospital como limpiador, un puesto casi de funcionario, y el hombre estaba realmente contento por ello, pero su verdadera alegría consistía en haber comprado un libro que hablaba del poder la mente y la capacidad de cualquier persona para decidir sobre su destino. Aquel "maravilloso libro" indicaba el camino de tus deseos. "Tu pide y encontrarás lo que quieres". Puedes pedir cualquier cosa, y , si consigues toda la intensidad en el corazón, la emoción suficiente para que el inconsciente colectivo del universo pueda escucharte, podrás conseguir tus sueños. ¡Solo tienes que pedirlo con fuerza..!
Tres días antes y haciéndose eco de las enseñanzas de su libro, Antonio Montenegro, fue agraciado con el primer premio la lotería. Había pedido un bien material y lo había conseguido. Ahora era rico.
Tras hablar con los jóvenes había decidido hacer el camino Santiago y superar ahora el problema de su rodilla.
De aquella interesante conversación conservarían no solo el calor de la amistad y el billete de vuelta en primera que les pagó, sino una puerta abierta a una realidad para ellos intangible hasta ahora:
El absoluto poder de la mente.
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